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lunes, 10 de agosto de 2015

Lo que va de la crítica a la difamación



Si no criticamos el modelo actual de crecimiento de Cajicá, en el 2019 las campañas políticas discutirán como corregir los errores cometidos. Pero, corregir errores en una ciudad, es algo que se demora décadas. Esta es, pues, la última oportunidad que tiene Cajicá de construir otro destino. Sin embargo, hacer la crítica de ese modelo y de los candidatos que lo defienden, es motivo de difamación. ¿Qué pretenden los difamadores de turno, que cuidemos apenas de nuestras vidas personales, mientras ellos se dedican a hacer de los recursos públicos, lo que sus intereses particulares prefieran?



El ejercicio de la política es inherente al ejercicio de la crítica. Ciudad, país, Estado, en el cual se anule la crítica, ha destruido cualquier convivencia democrática. Luego, la democracia supone el ejercicio permanente de la crítica hecha por ciudadanos a sus gobernantes y, a sí mismos. Al final, son los ciudadanos los que eligen.

Criticar, es pues una actividad fundamental. Pero ¿qué implica? Criticar es algo muy diferente a destruir. Se critica para construir. Por lo tanto, toda crítica es ante todo un esfuerzo de pensamiento para que las cosas, las personas, sus realizaciones, alcancen un nivel cualitativamente mejor.  Se critica algo para que pueda corregir errores, para mejorar. Para evolucionar. Sin la crítica, el ser humano no habría hecho acontecer la historia. Y de hecho, cuando la historia se estanca, cuando camina para atrás, es porque hace falta crítica.

Si un gobierno, el que sea, no es coherente con sus propuestas de campaña, merece ser criticado. Si un gobierno, no cumple con la ley, con la Constitución, merece que se le hagan críticas. Si, un gobierno no es ético, si es excluyente, si no promueve la equidad o el medio ambiente, debe ser criticado. Si destruye el patrimonio ambiental o el cultural, es urgente que sea criticado.

Y debe ser criticado especialmente si es corrupto. Si hace ineficientemente lo que se propone, si no concluye lo que inicia, si destruye lo que debe preservar. Y al criticarlo, lo que se quiere es que alcance lo que la democracia, la Constitución y las leyes defienden y las comunidades desean.

Pero todo esto es algo muy diferente de la difamación. La difamación no es crítica. Difamar consiste en la publicación de falsedades con el único fin de destruir una persona. La difamación se ocupa de la vida personal o familiar. Pretende decir verdades, pero en realidad, tergiversa y exagera, descontextualiza y desinforma. Frente a una crítica sobre un problema público, se responde con una difamación de la vida privada. Frente a la corrupción en el manejo de los recursos públicos, se contesta con las fragilidades de la vida personal. Así, pretenden deslegitimar a quien hace la crítica, como si la vida de esa persona tuviera que ser perfecta para poder criticar.  Ya que la vida de nadie es perfecta, pues nadie puede criticar. Con esa estrategia, se pretende desviar la atención de un tema que es  de interés común para un tema de orden íntimo. 

Les pregunto a los diufamadores de turno, que esperan, que las personas se dediquen apenas a cuidar de la vida personal, mientras Ustedes se dedican tranquilamente a hacer lo que les interesa con los bienes públicos?

En Colombia criticar aquellos que usufructúan del poder es castigado duramente con la difamación. Todo crítico es tildado de terrorista. Cualquiera que piense un poco diferente, es descalificado, su vida privada expuesta. Está expuesto a la persecución pública, al ostracismo y si es considerado peligroso, a la cárcel o a la muerte.

Pero sorprende más aún, cuando uno vive en una ciudad tan pequeña como Cajicá y descubre que criticar, incluso con toda la razón, dada la situación en que se encuentra el municipio, es castigado con todo tipo de calumnias, de mentiras y de absurdos.

He hecho críticas, de carácter político, no solo al gobierno de Mauricio Bejarano. También al de Fabiola Jácome y a otros anteriores a estos. Las merecen. Vienen entregando indiscriminadamente nuestro territorio a la industria inmobiliaria. Con eso, irresponsablemente destruyen las pocas posibilidades de vivir con calidad de vida ambiental y social en Cajicá.  He demostrado a través de diversos artículos publicados, como el futuro de nuestro pueblo sufrirá impactos negativos, que podrían ser evitados. Sin embargo, la maquinaria política y económica que está lucrando con esa situación, actúa sin frenos en ese sentido.

Digo que Cajicá no tiene otra chance de cambiar este destino absurdo. O cambia ahora o en muy pocos años será transformada en una colcha de retazos, hecha de condominios incomunicados con el resto de la ciudad, cercados y protegidos, pero sin vida comunitaria. Y del otro lado, los inquilinatos, el desorden urbano, la falta de vías, la falta de infraestructura, la falta de identidad, la inseguridad, el tráfico de droga, la contaminación, la destrucción de las tierras cultivables, etc.  Todo eso es criticable y al criticarlo, lo que queremos es que cambie, que mejore, que se dé otro rumbo.

Soy crítico del Plan de Ordenamiento Territorial, porque fue hecho de espaldas a las necesidades reales de las comunidades y de espaldas al conocimiento científico. Es un PBOT hecho a la medida de intereses oscuros que, a través de la industria inmobiliaria, están ocupando desnecesariamente las mejores tierras de Colombia, las tierras del campo cajiqueño. Se construyen condominios sin que exista demanda para tanta construcción. Por eso es que muchos apartamentos y casas están desocupados. ¿Por qué hay más demanda que oferta? ¿Existe un negocio que pueda sobrevivir sin la demanda suficiente? No. Entonces, cabe la pregunta…que tipo de inversión se hace en Cajicá cuando se construye sin que existan tantos compradores? A que inversionistas interesa un negocio sin compradores? Más aún cuando se trata de inversiones multi-millonarias.

Cuando la mayoría de los candidatos simplemente es complaciente con el PBOT aprobado por el actual gobierno, tenemos que entender que el ritmo del proceso de construcción de urbanizaciones será intensificado. En cuatro años, Cajicá se transformará en una ciudad cubierta de edificios y casas, casi en su 100%.

Nos hacen creer que eso es progreso. Que es desarrollo. Pero no. Eso es otra cosa. Desarrollo es el proceso por el cual una ciudad alcanza armonía con la naturaleza, equidad social, inclusión y bienestar para sus habitantes. Lo que Cajicá está viviendo es un proceso de crecimiento. Ella se hincha, aumenta de tamaño, sus sectores urbanos se multiplican. Pero paralelamente, se torna insustentable ambientalmente, se desordena, disminuye la calidad de vida, está cada día más fea y desagradable. El crecimiento generalmente va en la contravía del desarrollo.

Y por decirlo, por hacer esas críticas, entonces, viene la difamación. Que porqué no me ocupo de mi familia. Que recibo dinero de otras campañas. Que no estuve en Cajicá y que soy un extranjero. Que soy un terrorista, un guerrillero. Que soy un sapo. Que vaya a cuidar de mi vida. Que me largue de Cajicá si no me gusta como está. Que soy un oportunista ¿Qué más debo esperar? Ya hubo quien sugirió la muerte.

Todo eso, solo me indica, que estoy diciendo la verdad. Y la verdad incomoda, especialmente a quienes hoy lucran con la situación. 

Acepté llevar adelante esta campaña política porque diversos ciudadanos de Cajicá me desafiaron. Si tanto critica, sea capaz de hacer propuestas que corrijan la situación, me dijeron. Y por eso estoy aquí. Es un deber moral, ir de la crítica a la propuesta y de la propuesta a la práctica. Sin eso, toda crítica carecería de sentido.

Voy a perseverar, muy a pesar de la difamación. Cajicá puede tener otro destino. Eso depende de los cajiqueños. La elección de 2015 es entre dos opciones. O continuar lo que vienen haciendo los últimos gobiernos y acelerar al máximo posible la transformación de Cajicá en una urbe desordenada en la cual, los condominios pululan cercados de sistemas de alta seguridad, sin identidad y sin medio ambiente. O, romper con ese modelo y establecer un proceso de desarrollo pautado por la ética, el conocimiento, la sustentabilidad, la inclusión social y el cuidado por el futuro.  Otra Cajicá es posible.

En el 2019 las campañas tendrán que hablar de otra cosa…de cómo corregir los impactos provocados por el actual modelo. Pero será tarde. Corregir los errores cometidos en una ciudad demora décadas.



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