Si no criticamos el modelo actual de crecimiento de Cajicá, en el 2019 las campañas políticas discutirán como corregir los errores cometidos. Pero, corregir errores en una ciudad, es algo que se demora décadas. Esta es, pues, la última oportunidad que tiene Cajicá de construir otro destino. Sin embargo, hacer la crítica de ese modelo y de los candidatos que lo defienden, es motivo de difamación. ¿Qué pretenden los difamadores de turno, que cuidemos apenas de nuestras vidas personales, mientras ellos se dedican a hacer de los recursos públicos, lo que sus intereses particulares prefieran?
El ejercicio de la política es
inherente al ejercicio de la crítica. Ciudad, país, Estado, en el cual se anule
la crítica, ha destruido cualquier convivencia democrática. Luego, la
democracia supone el ejercicio permanente de la crítica hecha por ciudadanos a
sus gobernantes y, a sí mismos. Al final, son los ciudadanos los que eligen.
Criticar, es pues una actividad
fundamental. Pero ¿qué implica? Criticar es algo muy diferente a destruir. Se
critica para construir. Por lo tanto, toda crítica es ante todo un esfuerzo de
pensamiento para que las cosas, las personas, sus realizaciones, alcancen un
nivel cualitativamente mejor. Se critica
algo para que pueda corregir errores, para mejorar. Para evolucionar. Sin la
crítica, el ser humano no habría hecho acontecer la historia. Y de hecho,
cuando la historia se estanca, cuando camina para atrás, es porque hace falta
crítica.
Si un gobierno, el que sea, no es
coherente con sus propuestas de campaña, merece ser criticado. Si un gobierno,
no cumple con la ley, con la Constitución, merece que se le hagan críticas. Si,
un gobierno no es ético, si es excluyente, si no promueve la equidad o el medio
ambiente, debe ser criticado. Si destruye el patrimonio ambiental o el
cultural, es urgente que sea criticado.
Y debe ser criticado
especialmente si es corrupto. Si hace ineficientemente lo que se propone, si no
concluye lo que inicia, si destruye lo que debe preservar. Y al criticarlo, lo que se quiere es que alcance lo que
la democracia, la Constitución y las leyes defienden y las comunidades desean.
Pero todo esto es algo muy
diferente de la difamación. La difamación no es crítica. Difamar consiste en la
publicación de falsedades con el único fin de destruir una persona. La
difamación se ocupa de la vida personal o familiar. Pretende decir verdades,
pero en realidad, tergiversa y exagera, descontextualiza y desinforma. Frente a una crítica sobre un problema público, se responde con una difamación de la vida privada. Frente a la corrupción en el manejo de los recursos públicos, se contesta con las fragilidades de la vida personal. Así, pretenden deslegitimar a quien hace la crítica, como si la vida de esa persona tuviera que ser perfecta para poder criticar. Ya que la vida de nadie es perfecta, pues nadie puede criticar. Con esa estrategia, se pretende desviar la atención de un tema que es de interés común para un tema de orden íntimo.
Les pregunto a los diufamadores de turno, que esperan, que las personas se dediquen apenas a cuidar de la vida personal, mientras Ustedes se dedican tranquilamente a hacer lo que les interesa con los bienes públicos?
Les pregunto a los diufamadores de turno, que esperan, que las personas se dediquen apenas a cuidar de la vida personal, mientras Ustedes se dedican tranquilamente a hacer lo que les interesa con los bienes públicos?
En Colombia criticar aquellos que usufructúan del poder es castigado duramente con la
difamación. Todo crítico es tildado de terrorista. Cualquiera que piense un
poco diferente, es descalificado, su vida privada expuesta. Está expuesto a la
persecución pública, al ostracismo y si es considerado peligroso, a la cárcel o
a la muerte.
Pero sorprende más aún, cuando uno vive en
una ciudad tan pequeña como Cajicá y descubre que criticar, incluso con toda la razón, dada la situación en que se encuentra el municipio, es castigado con
todo tipo de calumnias, de mentiras y de absurdos.
He hecho críticas, de carácter
político, no solo al gobierno de Mauricio Bejarano. También al de Fabiola
Jácome y a otros anteriores a estos. Las merecen. Vienen entregando
indiscriminadamente nuestro territorio a la industria inmobiliaria. Con eso, irresponsablemente
destruyen las pocas posibilidades de vivir con calidad de vida ambiental y
social en Cajicá. He demostrado a través
de diversos artículos publicados, como el futuro de nuestro pueblo sufrirá
impactos negativos, que podrían ser evitados. Sin embargo, la maquinaria
política y económica que está lucrando con esa situación, actúa sin frenos en ese sentido.
Digo que Cajicá no tiene otra
chance de cambiar este destino absurdo. O cambia ahora o en muy pocos años será
transformada en una colcha de retazos, hecha de condominios incomunicados con
el resto de la ciudad, cercados y protegidos, pero sin vida comunitaria. Y del
otro lado, los inquilinatos, el desorden urbano, la falta de vías, la falta de
infraestructura, la falta de identidad, la inseguridad, el tráfico de droga, la
contaminación, la destrucción de las tierras cultivables, etc. Todo eso es criticable y al criticarlo, lo
que queremos es que cambie, que mejore, que se dé otro rumbo.
Soy crítico del Plan de
Ordenamiento Territorial, porque fue hecho de espaldas a las necesidades reales
de las comunidades y de espaldas al conocimiento científico. Es un PBOT hecho a
la medida de intereses oscuros que, a través de la industria inmobiliaria,
están ocupando desnecesariamente las mejores tierras de Colombia, las tierras
del campo cajiqueño. Se construyen condominios sin que exista demanda para tanta
construcción. Por eso es que muchos apartamentos y casas están desocupados. ¿Por
qué hay más demanda que oferta? ¿Existe un negocio que pueda sobrevivir sin la
demanda suficiente? No. Entonces, cabe la pregunta…que tipo de inversión se
hace en Cajicá cuando se construye sin que existan tantos compradores? A que
inversionistas interesa un negocio sin compradores? Más aún cuando se trata de
inversiones multi-millonarias.
Cuando la mayoría de los
candidatos simplemente es complaciente con el PBOT aprobado por el actual
gobierno, tenemos que entender que el ritmo del proceso de construcción de
urbanizaciones será intensificado. En cuatro años, Cajicá se transformará en
una ciudad cubierta de edificios y casas, casi en su 100%.
Nos hacen creer que eso es
progreso. Que es desarrollo. Pero no. Eso es otra cosa. Desarrollo es el
proceso por el cual una ciudad alcanza armonía con la naturaleza, equidad
social, inclusión y bienestar para sus habitantes. Lo que Cajicá está viviendo
es un proceso de crecimiento. Ella se hincha, aumenta de tamaño, sus sectores
urbanos se multiplican. Pero paralelamente, se torna insustentable
ambientalmente, se desordena, disminuye la calidad de vida, está cada día más
fea y desagradable. El crecimiento generalmente va en la contravía del desarrollo.
Y por decirlo, por hacer esas
críticas, entonces, viene la difamación. Que porqué no me ocupo de mi familia.
Que recibo dinero de otras campañas. Que no estuve en Cajicá y que soy un
extranjero. Que soy un terrorista, un guerrillero. Que soy un sapo. Que vaya a
cuidar de mi vida. Que me largue de Cajicá si no me gusta como está. Que soy un oportunista ¿Qué más
debo esperar? Ya hubo quien sugirió la muerte.
Todo eso, solo me indica, que
estoy diciendo la verdad. Y la verdad incomoda, especialmente a quienes hoy
lucran con la situación.
Acepté llevar adelante esta
campaña política porque diversos ciudadanos de Cajicá me desafiaron. Si tanto
critica, sea capaz de hacer propuestas que corrijan la situación, me dijeron. Y
por eso estoy aquí. Es un deber moral, ir de la crítica a la propuesta y de la
propuesta a la práctica. Sin eso, toda crítica carecería de sentido.
Voy a perseverar, muy a pesar de
la difamación. Cajicá puede tener otro destino. Eso depende de los cajiqueños.
La elección de 2015 es entre dos opciones. O continuar lo que vienen haciendo
los últimos gobiernos y acelerar al máximo posible la transformación de Cajicá
en una urbe desordenada en la cual, los condominios pululan cercados de
sistemas de alta seguridad, sin identidad y sin medio ambiente. O, romper con
ese modelo y establecer un proceso de desarrollo pautado por la ética, el
conocimiento, la sustentabilidad, la inclusión social y el cuidado por el
futuro. Otra Cajicá es posible.
En el 2019 las campañas tendrán
que hablar de otra cosa…de cómo corregir los impactos provocados por el actual
modelo. Pero será tarde. Corregir los errores cometidos en una ciudad demora
décadas.
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